Hijos,
obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. (Efesios 6:1).
Se
les ha de enseñar a los niños que sus capacidades les fueron dadas para honra y
gloria de Dios.
A
este fin deben aprender la lección de la obediencia;
porque únicamente mediante vidas de obediencia voluntaria pueden prestar a Dios
el servicio que Él requiere.
Antes
que el niño tenga suficiente edad para
razonar, ya se le puede enseñar a obedecer.
Debe
inculcársele el hábito mediante esfuerzos amables y persistentes...
Muéstrese a los niños que la verdadera reverencia se revela por la obediencia.
Dios
no ha ordenado nada que no sea esencial, y no hay otra manera de
manifestarle reverencia tan agradable fuera de la obediencia a lo que Él dijo.
La madre es la
reina del hogar, y los niños son sus súbditos.
Ella debe
gobernar sabiamente su casa, en la dignidad de su maternidad... Digan a sus hijos
exactamente lo que requieren de ellos. Luego háganles comprender
que deben obedecer a su palabra.
De esta manera les estarán
enseñando a respetar los mandamientos de Dios, que declaran sencillamente:
"Harás" y "No harás".
Pocos
padres empiezan bastante temprano a enseñar a sus hijos a obedecer.
Generalmente se permite que el niño tome la delantera a sus padres en dos o tres años, al olvidarse de disciplinarlo, pensando que es demasiado joven para
aprender a obedecer.
Pero
durante todo ese tiempo, el
yo se está fortaleciendo en el pequeño ser, y cada día la tarea de los padres para obtener el dominio se hace más difícil.
Desde
una edad muy temprana, los niños pueden
comprender lo que se les dice con sencillez y claridad; y manejándolos con
bondad y juicio se les puede enseñar a obedecer.
Nunca
debe permitírseles que manifiesten falta
de respeto hacia sus padres. Nunca la terquedad se debe dejar sin reprensión.
El
futuro bienestar del niño requiere una disciplina bondadosa, amante, pero
firme...
Los
padres sabios no dirán a sus hijos: "Sigue tu
propia elección; ve adonde quieras, y haz lo que quieras", sino: "Escucha la instrucción
del Señor".
A
fin de que no se eche a perder la belleza de la vida del hogar, deben hacerse y
aplicarse reglas sabias en él...
Los
niños serán, bajo la debida disciplina, más felices, mucho más felices, que si se les permitiese hacer como se lo sugieren sus impulsos irrefrenados.
Las verdaderas
virtudes de un niño consisten, el de la modestia y la obediencia, en oídos atentos para escuchar las palabras de
dirección, en pies y manos voluntarios
para andar y trabajar en la senda del deber...
Sobre todas las
cosas, los padres deben rodear a sus hijos de una atmósfera de
alegría, cortesía y amor.
Los ángeles se deleitan
en morar en un hogar donde vive el amor y éste se expresa tanto en las miradas
y las palabras como en los actos.
-Consejos
para los maestros, págs. 106-109. RJ164/EGW/MHP 165
AUDIO.
https://www.youtube.com/watch?v=ZMIukti7eEM&list=PLtrFh-HO7ogAi4YKz7zJQjd1Lir1aFaVt&index=7&pp=sAQB
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