Por Cuanto Oyó Abrahán mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes. (Génesis 26:5).
Su propio ejemplo [de Abrahán], la silenciosa influencia de su vida
cotidiana, era una constante lección.
La integridad inalterable, la benevolencia y la desinteresada cortesía, que le habían granjeado la admiración de los reyes, se manifestaban en el hogar.
Había en esa vida
una fragancia, una nobleza y una dulzura
de carácter que revelaban a todos que
Abrahán estaba en relación con el Cielo.
No descuidaba siquiera al más humilde de sus siervos.
En su casa no había una ley para el amo, y otra para el siervo; no había un camino real para el rico, y otro para el pobre. Todos eran tratados con justicia y simpatía, como coherederos de la gracia de la vida.
El "mandará... a su casa después de sí" (Génesis 18:19).
En Abrahán no se vería negligencia pecaminosa en lo referente a restringir las malas inclinaciones de sus hijos, ni tampoco habría favoritismo imprudente, indulgencia o debilidad; no sacrificaría su convicción del deber ante las pretensiones de un amor mal entendido.
No sólo daría Abrahán la instrucción
apropiada, sino que mantendría la autoridad
de las leyes justas y rectas.
¡Cuán pocos son los que siguen este ejemplo actualmente!
Muchos padres manifiestan
un sentimentalismo ciego y egoísta, un mal llamado amor, que deja a los niños gobernarse por su propia voluntad cuando su juicio no se ha formado aún y los dominan pasiones indisciplinadas.
Esto es ser cruel hacia la juventud, y cometer un gran mal contra el mundo.
La indulgencia de los padres provoca muchos desórdenes en las familias y en la
sociedad.
Confirma en los
jóvenes el deseo de seguir sus inclinaciones, en lugar de someterse a los requerimientos divinos.
Así crecen con
aversión a cumplir la voluntad
de Dios, y transmiten su espíritu
irreligioso e insubordinado a sus hijos
y a sus nietos.
Así como Abrahán, los padres
deberían
mandar "a su casa después de
sí".
Enséñese a los niños a
obedecer a la autoridad de sus
padres, e impóngase esta obediencia como primer paso en la
obediencia a la autoridad de Dios...
Los que procuran disminuir los requerimientos de la santa ley de Dios están socavando directamente el fundamento del gobierno de familias y naciones.
Los padres religiosos que no andan en los estatutos de Dios, no mandan a su familia que siga el camino del Señor.
No hacen de la ley de Dios la norma de la vida.
Los hijos, al fundar sus propios hogares, no se sienten obligados a enseñar a sus propios hijos lo que nunca se les enseñó a ellos.
Y éste es el motivo porque hay tantas familias impías...
Mientras que los mismos padres no anden conforme a la ley del Señor con corazón perfecto, no estarán preparados para "mandar a sus hijos después de sí". Es preciso hacer en este respecto una reforma amplia y profunda.
Patriarcas y profetas, págs. 137-139. RJ186/EGW/MHP 187
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=XJqWiSEe0w8&list=PLtrFh-HO7ogAi4YKz7zJQjd1Lir1aFaVt&index=29&pp=sAQB
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