Otra
vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; El que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12).
Nuestro tiempo, nuestra fuerza y nuestras energías pertenecen a Dios; y si son
consagradas a su servicio, nuestra luz brillará.
Afectará primero y con más fuerza a
quienes viven en nuestros hogares, quienes están más íntimamente relacionados
con nosotros; pero se extenderá más allá del hogar, aun hasta "el
mundo".
Para muchos será un
sabor de vida para vida; pero hay algunos que rehusarán ver la luz, o caminar
en ella.
Estos son del tipo del que habló nuestro Salvador,
cuando dijo: "Y
esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Juan 3:19).
Los tales están en una posición muy peligrosa; pero su curso de acción no excusa a ninguno de
nosotros de dejar que nuestra luz brille.
Supongamos que porque algún barco haya dejado de lado la advertencia de su
faro, y se haya despedazado en las rocas, el guarda faro apagara sus luces y dijera: "No prestaré más atención
al faro", ¿cuál sería la consecuencia? Pero ésta no es la manera cómo actúa.
Mantiene su luz brillando toda la noche, enviando sus rayos hacia la oscuridad, para beneficio de cada marino que
llega al peligroso alcance de las rocas y arrecifes.
Si algún barco naufragara porque sus luces estaban apagadas, se telegrafiaría a todo el
mundo que en tal noche, en tal lugar, un barco naufragó en las rocas porque no
había luz en la torre.
Pero si algunos barcos naufragaran porque no prestan atención a la luz, el guardafaro es sin culpa; ellos estaban advertidos, pero no prestaron atención.
¿Qué pasaría si la luz de la casa se apagara?
Entonces todos en la casa estarían en oscuridad, y
el resultado sería tan desastroso como si la luz del faro se apagara.
Muchas almas están mirándolos, hermanos cristianos, para ver si están embriagados con los cuidados de
esta vida, o se están preparando para la vida futura e inmortal.
Observan para ver qué
influencia ejercen sus vidas, y si son verdaderos misioneros en casa,
preparando a sus hijos para el cielo.
El primer deber del cristiano está en el hogar.
Padres y madres, la
de ustedes es una gran responsabilidad.
Están preparando a
sus hijos para la vida o la muerte; los están preparando para un lugar de morada aquí en
la tierra, para la autogratificación en esta vida, o para la vida inmortal,
para alabar a Dios para siempre.
¿Y para cuál será?, Ha de ser la carga de su vida lograr que cada hijo
que Dios ha confiado al cuidado de ustedes reciba el divino molde.
-Signs of the Times, 14 de enero de 1886.
RJ159/EGW/MHP 160
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=TlbDeCtLny8&list=PLtrFh-HO7ogAi4YKz7zJQjd1Lir1aFaVt&index=2&pp=sAQB
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